viernes, 30 de julio de 2010

La mujer en la ventana


El mar, eterno amante de la joven Antonia, tenía 12 años cuando logró comprender que estaba enamorada, no de un hombre si no del mar, horas y horas hablaban, conversaban, reían y se enojaban, el mar se enojaba con facilidad y ella se enojaba porque, el mar enojado hacía subir la marea y la mojaba.
La familia de Antonia vivía en la Isla Namaste, habían muy pocos habitantes y muy pocas mujeres.
Antonia era muy callada, tenía 18 años, y a los 12 juró no enamorarse de nadie más que del mar, juro quedarse junto a él toda la vida. Pero su madre quería que ella se casara y saliera de esa pequeña isla, y la obligó a casarse con Antonio, el hombre perfecto según la madre, era conservador, apuesto, inteligente y muy educado. Antonia se negó a casarse con Antonio y amenazó a su familia con huir. Y corrió en busca de su amado.
El mar, sube y baja, sube y baja, ella lo mira, el la mira, conversan y se enamoran más y más. El mar le habla de aventuras que ha escuchado a lo largo de su vida, de viajeros solitarios que sueñan con recorrer el mundo navegando. El mar le pide a ella que escape con el, que viaje en un barco para toda su vida y así estarían juntos por siempre, pero a Antonia no le gustaba navegar, se mareaba mucho, y no quería pasar el resto de su vida mareada. Así que decidió escapar, a un lugar donde pudiera estar sola con el mar, se fue al faro que estaba frente a la isla, y por horas, días, meses y años, contempló el mar, desde la playa o desde la linda ventana azul de su habitación, fue un amor eterno y en la Isla Namaste, Antonia y su amor, se convirtieron en leyenda.
Sofía Avalos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario